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Lo universal en la naturaleza del color y el signo en la pintura de Cristina Capilla

    Siempre se ha comentado la importancia del estudio de la naturaleza para el conocimiento de nuestro entorno con la correlación que permite estrechar los lazos de la ley natural que explica las cosas que pertenece a este nuestro universo.

     Procuramos tener un entendimiento amplio sobre aquello que nos rodea de forma que este conocimiento nos haga reflexionar muy claramente sobre todas las formas de existencia en este mundo que nos rodea con los diferentes modos que puedan arrojar luz en el proceso natural del pensamiento.

    Para descifrar estas claves debemos detenernos en la obra de la pintora y fotógrafa Cristina Capilla que entiende y se adentra en el proceso creativo de una forma especial, buscando el arte en la naturaleza de su exterior e interior. Y es qué, también existe una parte de la totalidad de la naturaleza que es la mente humana y entre ellas la naturaleza interior del intelecto humano. Este entendimiento humano lo dotó la naturaleza con la facultad de abarcar la variedad infinita del universo como unidad, como idea única. Así,Cristina Capilla percibe la naturaleza de las cosas haciendo una distinción entre lo externo y lo interno de su pensamiento. Posee algo que no es común al sentir de la mayoría; tiene un concepto de su espacio físico en su interior que le permite descifrar y descubrir de una manera personal todo cuanto se halla a nuestro alrededor a través de la forma y el color. Su concepto creativo es innato en su consciencia, de tal forma que, los cuadros realizados están repletos de ideas que reflejan belleza, bondad, verdad,imaginación...etc.

    Para el no iniciado en el mundo del arte y ocurre con frecuencia, caer en el error de entender que, la pintura es una expresión decorativa que sirve para aliviar el hueco de una pared. Los falsos objetos están muy alejados de la idea que comporta una verdadera creación artística. Y en este época actual, el terreno del arte, es discutido por lo que pueda conseguir más un pintor abstracto que aquello que logra un figurativo o viceversa para convertir el tema en algo aburrido. No intentemos designar a Cristina Capilla dentro de un arte decorativo. Lo podemos aseverar por múltiples argumentos que pueden tener un algo de sentido decorativo pero su trabajo tiene la magnitud del arte. Pues su método de trabajo es capaz de brindarnos mundos diferentes entrelazados en sus variadas formas con valores misteriosos, exaltación de sentimientos, arriesgada síntesis de las formas, hallazgos y refinamientos técnicos de calidades cromáticas y texturas. Extraordinaria capacidad creativa y con todos los elementos de que se vale la artista parea llevar a cabo sus compromisos con el arte en comunicación con lo infinito, gracias a lo cual nos sitúa en un mundo más sutil, más habitable y más bello.

    En este caso nos afirmamos en la opinión de Hegel: “Por su contenido la obra de arte debe ser individual y concreta, una imagen que se dirige a los sentidos”.

    Tengamos en cuenta varios puntos de vista para formular un juicio acerca de una obra de arte. La autora en primer lugar busca una reflexión sacada de sus propias aplicaciones sobre el color y la forma. Por otra parte suministra criterios de ideas, opiniones, sentimientos y buen gusto como pilares de soporte en los que descansa la verdad manifiesta de su trabajo y que ella, exterioriza de una forma exquisita y refinada. También recordar que uno de los objetivos del arte y de formación del gusto es lograr lo bello,y aquí nuevamente,Cristina Capilla cumple el concepto.

    Llama la atención es sus creaciones la unión extraordinaria entre lo sensible y lo espiritual empleando métodos simbólicos por los que la poesía surge en los cuadros apareciendo en el lugar representado variaciones de espacio, tiempo y signo como los títulos: “Anduve de puntillas, Sobre el cielo, A la conquista del sol,Tiembla el agua del rio, La noche, El mediodía, Mar Rojo, Cardio”. Aunque creo que los títulos de los cuadros, son nombres, etiquetas, que no tienen más función ni deben tenerla, que la de darnos una ilustración simbólica del resultado pictórico.

    Tiene un impulso decisivo hacia la abstracción y al igual que hiciera Kandinsky con su contribución al análisis de los elementos pictóricos valorando el punto y la línea sobre el plano, Cristina Capilla comienza aumentando el tamaño del punto alargando su frecuencia y llevando la línea a su límite extremo. El contenido de una obra encuentra su expresión en la composición, es decir, en la suma interior organizada de las tensiones necesarias en cada caso. Existe arte cuando la pintora aparte de lo material reconoce lo inmaterial y el sentido espiritual intrínseco a ellas.

    En la composición existen diversas afinidades entre las rectas libres, las líneas geometricamente curvas,formas circulares en condensación, planos básicos o cortados, esquemáticos,verticales, horizontales o en diagonal. Ello hace que estas figuras y formas vuelvan a la ley natural y pasen de las formas más simples hasta la organización más constructiva. En esta estructura compositiva la mancha tiene un papel fundamental como organismo artístico que conquista el plano en el desarrollo de su forma armónica por los diversos colores mezclados de una forma limpia y ordenada. El color se convierte en una fórmula mágica en las que las manchas exploran espacios sobre el soporte del papel de una forma casi tridimensionales. Es un viaje exótico donde el color parece flotar en el espacio, están organizados según su timbre y tono cromático con gamas frías,calientes, con una ausencia normal de los correspondientes a los grises como gama quebrada. Ha realizado mezclas correctas a través de los colores básicos y otras mezclas que dan lugar a colores secundario y la combinación de este último con otro de la misma característica que dará con los colores terciarios y estos a su vez mezclados con el blanco con los que obtiene colores quebrados. El aguarrasado de la mancha hace que los colores de forma muy líquida se mezclen con otros tonos y construyan elementos cromáticos de gran calidad con un acabado perfecto de la técnica combinatoria en su justa medida de intensidad para el propósito de nuestra pintora.

    Cristina Capilla tiene la sensibilidad especial de traducirnos la continuidad de lo infinito a lo finito en la gradación natural de lo representado inteligentemente los diversos grados que la naturaleza colma en sus formas intermediarias del color y sus sensaciones en nuestra retina. Cada mancha en sus múltiples formas nos dan una excelente descripción de elementos que forman parte de la naturaleza propia de las sensaciones cromáticas. Es como si un color disuelto se pulverizara en minúsculas partículas visionadas a través de un microscopio. Estas manchas son auténticas metáforas pictóricas. Son los versos sueltos de un poema del color. Conforme los objetos reales se van reduciendo a formas sencillas o grupos minúsculos moleculares, fragmentamos sus cualidades y lo figurativo se convierte en abstracto y el color blanco en la suma de todos los colores como demuestra el círculo cromático.

    Para muchos observadores se hace difícil establecer esta relación trascendental entre lo que la materia es y la mente distorsiona llevando el objeto y su color de la globalidad a la unidad.

    ¿Así como nuestra facultad de ver puede verlo todo, también puede entenderlo todo nuestra facultad de entendimiento?

    Probablemente todo no pueda verse o pueda entenderse pero cierto es que Cristina Capilla tiene una percepción basada en la observación directa de los fenómenos plásticos. Aquí no existe un mero hecho creativo casual. Todo está pensado como un proceso de su percepción que elabora en la fábrica de ideas concebidas en su mente con un discurso lógico y coherente. Algo por lo que nos anima a considerar la forma, el método de como se produce este proceso creativo que es objeto especial de nuestro comentario.

    Algo que llama la atención en su pintura es la relación apercibida con el estilo de la pintura japonesa. Hay un sabor orientalista tanto en la técnica como en los materiales con referencia a los “kakemono” rollo vertical dedicado a colgarse en la pared y tiene connotaciones con su obra “No cesan sus externos murmullos”, o del “makimono” rollo horizontal que se utiliza en su formato como los tripticos “Revuelo de tormentas” y “Otra noche en duermevelas” que utiliza paisajes imaginarios con distintas perspectivas. Una sensación encontramos en la renovada tradición de la técnica de los colores superpuestos “estilo embrollado” que sustituyen la línea tradicional del trazo que fomentaron artistas como Shunso Hishida, Taikan Yokoyama, Takeuchi, Bairei Kono... Otro aspecto que observamos es cuando construye el cuadro mediante un ritmo de claroscuro, manchas suaves y aisladas, de tal forma que la pintura es atrayente e imaginativa. Hay un apasionamiento por la mancha aislada y extendida en formas de rompientes espumosas olas de mar consigue expresar el volumen en términos abstractos.

    Sus cuadros se cristalizan en una unidad original propia que se integrarían perfectamente en una ceremonia del té. Es el arte cuando llega entonces a un rito con elementos esenciales de la línea, la mancha y el color.

    El contenido de la filosofía de la obra no es otro que el espíritu que reviste la potencia artística de su naturaleza en comunicación íntima con la idea de su actividad creadora.

    Por todo lo aquí expuesto: Su trabajo, su arte abre un camino entre la apariencia y la ilusión. Estos cuadros nos revisten de alegría ante este mundo difícil en el que vivimos, son un antídoto para buscar una realidad más elevada consiguiendo un arte que comunica una filosofía de naturaleza abstracta de lo bello y espiritual.


Manuel Ruiz Ruiz.
Crítico de Arte. Granada. Enero 2013







Una inspirada manera de representar la superficie de los secretos, una fabulosa norma sobre el espacio geográfico o un misterio orgánico de localización de la intimidad subyacen en la investigación artística que presenta Cristina Capilla. La artista, de labor prolija e incansable esmero en el proceso creador, trabaja en una iconografía vital que refiere mapas de lo invisible donde todo se transforma en imposibles e inesperadas biologías. De una red de hilos, de trazos exactos, pronto la obra emerge en un mestizaje que combina la pureza elegante del dibujo con el juego seductor de una fantasía cósmica, a veces reconocible pero siempre misteriosa.

Orden físico
En la distribución y relaciones entre elementos pictóricos y dibujísticos encontramos un  orden físico quimérico, una meticulosa elaboración de jerarquías formales que evolucionan a ritmos vitales que concilian la idea con la factura, la intuición con la acción. Esta estrategia de elaboración metódica, disciplinada, que va creciendo conforme un paso da pie a otro, proporciona a la pintora una efervescencia dulce que le traslada a los lindes del ingenio.
La pintura de Cristina Capilla concentra esos instantes enérgicos donde el artista y su trabajo han comprendido la apasionante experiencia de la observación de la naturaleza, han dominado a la realidad y la han interpretado. Por ello, la industria, el ingenio y la habilidad en sus manos son una artesanía de talento a dos bandas: la selecta elegancia de la representación y el sonoro susurro de lo imaginado.

Cuando los mapas no conducen a destinos ni aclaran posiciones
La razón de ser de la obra de Cristina Capilla es el alboroto expresivo de un atlas que permite determinar espacios ingeniosos, delimitar territorios oníricos en escalas imposibles, ubicarnos en lugares de un microscopio ocurrente. La pintura líquida es el instrumento y el fruto principal. El destino es un pergamino gráfico que habla de infinitos surcos que construyen cuerpos, de relieves y de paisajes; de una tridimensionalidad activa que propone sus propias reglas de lectura e interpretación. Generalmente la observación de estas obras extiende un mapa de símbolos, colores y líneas que no se encuentran en otro lugar. Una experiencia sin posición física en ningún territorio, una información excitante que no alude a destinos ni formula posiciones.

Biología gráfica
En los sucesos de extrema espontaneidad se esconde una abundancia de matices indiscutible. Qué maravilla descubrir cómo la artista progresa en los lienzos, las tablas, las telas o los papeles. Cristina Capilla examina sus propias posibilidades y produce un apasionado conjunto de diseños eruditos, elocuentes, inspiradores. Sobre la luminosidad de los colores y la ficción formal construye una biología gráfica de presencias puras y directas. Un cosmos retórico, un patrimonio de pictogramas entrelazados donde las formas, los colores y las sensaciones van apareciendo como portadoras de significaciones e intuiciones plásticas. Entre tanto, la pintura, como método gozoso manifiesta alternativas sorprendentes que atraen y atrapan al público sin remedio. De hecho, estoy convencido que la propia pintora se vuelve espectadora del atrevimiento y la magia imparable que las formas van tomando sobre el lienzo. Y lejos de la anécdota, la obra captura y retiene la ortodoxa labor de una artista ensimismada por la contemplación, el estudio, la meditación y la expresión pura.
La eficacia visual de estos trabajos reside en la invitación a comprender que se está frente a un paisaje fingido, frente a una realidad somática y sensorial. Si la consecución de manchas logra un entramado fascinante, casi orgánico, la eficacia de los meticulosos trazos y grafismos logra la energía y el carácter de las escenas, las que, en vez de evocar una realidad física, nos atrapan en un inquietante paisaje químico.

Cristina Capilla ya ha cosechado importantes reconocimientos en el ámbito de la creación plástica. Premios de pintura, fotografía y escultura, así como un impecable expediente académico en sus estudios de Bellas Artes hablan, sobre todas las cosas, de una especial sensibilidad y una constante labor creadora que junto a la imparable búsqueda de posibilidades expresivas se aúnan para nombrar a una artista con un futuro prometedor. Lejos de la práctica instantánea, medita y asegura la conducta creativa. Con este trabajo que hoy se presenta es fácil entender en qué medida se afana en incansables tareas donde un puzzle infinito, preciosista y mágico invita a un recreo de la mirada, a un espectáculo sensorial de colores frescos y ordenados de un mundo ilusorio que fascina y atrapa.

Les invito, pues a que gocen y testimonien esta magnifica obra.



Francisco José Sánchez Montalbán
Director de la Colección de Arte Contemporáneo Universidad de Granada